“Las preguntas de Tobón, Pimienta y García Fraile”
La actividad a realizar es responder a siete preguntas
planteadas por estos tres autores en el libro Secuencias didácticas.
Aprendizaje y evaluación de las competencias, Capítulo IV, titulado “La evaluación
de competencias como ejercicio de valoración”.
Esto debo hacerlo desde mi perspectiva y experiencia personal. Además debo opinar respecto a seis variables
que influyen en el proceso de evaluación.
La primera pregunta es: ¿Qué es formar y qué es evaluar las
competencias?
Formar a una persona es educarla de manera integral, no sólo
los aspectos académicos, sino todos los aspectos que requiere para ser una
mejor persona, y una persona feliz. Incluye la adquisición de conocimientos,
pero también una correcta socialización y pertenecía a la sociedad, una
búsqueda personal de alcanzar la perfección en cuanto a hábitos, conductas,
virtudes, aspiraciones, un grado de espiritualidad, la sabiduría para ser
feliz, elegir ser feliz.
Evaluar las competencias, desligado de la primera parte de
la pregunta, y siendo respetuosa de la sintaxis, se referiría a determinar
cuáles competencias son adecuadas y cuáles no. Sin ser tan exigente en la
redacción, entiendo que es identificar en qué grado una persona está adquiriendo
determinadas competencias. Antes de leer
el texto podría decir que es casi imposible, que requiere de mucha
habilidad, o tal vez un poco de sencillez creativa.
Al unir las dos partes de la primera pregunta obtengo,
probablemente, la verdadera pregunta: la evaluación de competencias debe medir
el grado de formación de una persona, estudiante o no, pues todos estamos
“formándonos” todo el tiempo, perfeccionando algunas características
personales, y cayendo en uno o más vicios que hay que superar. Aquí tengo que
declarar que no hay manera de evaluar la formación, pues está directamente
ligada a nuestro proyecto de vida y objetivos personales, a nuestras
elecciones.
La segunda pregunta es ¿Cómo asumir la evaluación de las
competencias dentro del proceso de formación integral de la persona?
El artículo señala que se debe optar por una valoración que
permita saber qué grado de competencia desarrolla el alumno, su crecimiento
personal, ético, adecuado a su contexto, necesidades, fortalezas, inteligencias,
cultura, en vistas a lograr su autorrealización.
En lo personal encuentro la propuesta demasiado bella, pero
también demasiado ambiciosa. Esa evaluación debería realizarla cada individuo
en lo particular, ciertamente con la ayuda de instrumentos que se lo facilitar
(es más, yo quiero llevarla a cabo en mí), pero de eso a que una evaluación de
competencias se realice en un entorno escolar, creo que resultaría en una seria
intromisión en la privacidad de los alumnos, además de imposible en grupos
numerosos.
Lo que propongo rescatar de la propuesta implícita en la
pregunta es, sí, incluir al estudiante en la selección de competencias a
evaluar, y brindarle una retroalimentación lo más objetiva posible, en todos
los ámbitos que haya seleccionado el estudiante, siempre y cuando sea posible
diseñar medios para identificar el desarrollo de las competencias elegidas.
La pregunta tres es ¿Cómo orientar la evaluación de
competencias para que no se limite a responder pruebas escritas?
Regresando a mi expresión de “sencillez creativa”, con la
que englobo múltiples ejercicios a desarrollar que deben mostrar
fehacientemente que el alumno primero se apropió de la teoría y que, para la
resolución de un problema, utiliza correctamente lo aprendido y logra el
objetivo. Si además lo resuelve “superando las expectativas” recibe mejor
evaluación que si sólo lo resuelve y no aprueba si se paraliza y no reacciona,
o si no da señales de haberse apropiado los conocimientos necesarios para
solucionar el conflicto. En pocas palabras, y con ayuda del texto, propongo
el uso de casos, portafolios, solución de problemas, incluso psicodramas e
improvisaciones. Requiere del diseño de indicadores de desempeño claros.
La pregunta cuatro es ¿Cómo evitar que se oriente la
evaluación de competencias sólo desde lo que valora y quiere el mercado
laboral, sin considerar los retos personales, sociales, culturales y políticos?
Creo que se necesitaría elaborar instrumentos de evaluación
personalizados e individuales, además de incluir la participación del
interesado, ya que el deseo de romper con los “modelos” impuestos por una
comunidad es individual. Habrá quien desee obtener fama, obtener un trabajo muy
bien remunerado, etc., y habrá otros que deseen alcanzar metas más sublimes,
como su perfeccionamiento espiritual, superar retos, crecimiento personal, lo
cual requiere mucho valor y perseverancia. Ahora, sin tanta filosofía, cada
escuela puede ofrecer un paradigma educativo, y el estudiante puede optar por
uno u otro de acuerdo a sus intereses. Eso sí, en México no sé quién pueda
enfrentarse a la SEP… sólo las escuelas de artes libres, las Universidades
autónomas, y aquellos estudios que no tienen reconocimiento oficial.
Ahora bien, también es función del docente incentivar ese
tipo de pensamiento reflexivo en sus estudiantes y aplicarlo (aunque sea) en su
aula.
La pregunta cinco es ¿Cómo evaluar el saber ser, el saber
hacer y el saber conocer en las competencias? “Por sus obras los conoceréis…”
si un estudiante da pruebas conductuales de estar desarrollando una mejor
¿personalidad, entendida como la suma de sus cualidades y búsqueda de la
eliminación de limitaciones, vicios y defectos?; desarrollando una forma
asertiva, empática y justa manera de resolver problemas y conflictos, entonces
podemos afirmar que sabe ser.
El saber hacer me parece que es más fácil, pues un diseño de
actividades a realizar nos puede demostrar si alguien puede aplicar la teoría a
un caso práctico. Casi toda la propuesta de las competencias hace referencia a
esta habilidad.
El saber conocer me remite a la metacognición, es decir,
cuando el estudiante es consciente de cómo aprende y qué estrategias debe
utilizar en diferentes casos. Así, la evaluación va a ser subjetiva, pues el
estudiante deberá autoevaluarse y compartir con los demás su sistema de
aprendizaje, así como la elección de los criterios que hacen un conocimiento
significativo y valioso.
La sexta pregunta es ¿Cómo evaluar las competencias para
trascender el énfasis que todavía se pone sobre la evaluación de contenidos en
la educación?
En México, el primer paso es saltarse la normatividad, en lo
personal me alejo un poco del temario, y reflexiono sobre qué es importante que
aprendan de determinada materia. Por ejemplo el temario de Literatura tiene
muchos objetivos, pero ninguno indica “que aprendan a disfrutar de los textos
literarios” o “que encuentren modelos de conducta o ideología en la
literatura”, “que se diviertan leyendo”. Esto, para mí, es mucho más importante
que conocer el significado de intradiegético o sujeto poético. ¿Cómo evaluar
eso? Preguntando en el examen qué beneficios obtuvieron de realizar tal o cual
lectura, si les gustó, qué diferencias hay entre el libro y la película, o
verificar la comprensión del texto, en aspectos sutiles que no aparecen en la película.
La verdad es que es muy subjetivo, pero las competencias también lo son.
Si rescatamos las propuestas del escrito, podemos añadir que
la construcción de proyectos que involucren los planos personal, social,
profesional, el proporcionar retroalimentación de calidad, que ayude al
estudiante a mejorar y a aprender a aprender del proceso en todos los aspectos.
La séptima pregunta es ¿Cómo lograr un cambio de actitud en
los docentes respecto a la evaluación?
Hay una frase que me inspira a ser mejor docente cada día:
“I touch the future. I teach.” de Christa McAuliffe. Sólo aquellos docentes de vocación, que están interesados en el
desarrollo de sus alumnos, pueden lograr, no sin un esfuerzo considerable,
llevar a cabo el cambio.
Es más, la incapacidad generalizada para
aceptar el cambio debería ser el filtro para identificar y eliminar a los
docentes “cómodos” a los que no les interesa la calidad educativa, ni el
desarrollo de sus estudiantes.
Volviendo a la pregunta, creo que si
aparecen en el ciberespacio instrumentos medianamente fáciles de utilizar,
muchos docentes medianamente motivados estarían dispuestos a aplicarlos y
cambiar así el paradigma del docente todólogo y perfecto. Nuevamente salen a
relucir las virtudes y valores, pues ese docente deberá ser empático,
perseverante, rebelde (para ir en contra de lo establecido “oficialmente”, en
fin, alguien que esté dispuesto a remar contra la corriente.
Para terminar este apartado, quiero añadir que la propuesta
de la lectura parte del supuesto de estudiantes que desean aprender, pero esto
cada vez es menos apegado a la realidad. Desafortunadamente, los jóvenes están
desmotivados, las noticias los respaldan, la formación previa en valores es
mínima, por lo que la primera función de la escuela, ahora, es procurar motivar
a los estudiantes a creer en sí mismos y en la importancia de crecer y
realizarse.
Segunda tarea – Opinión de las variables que influyen en el
proceso de evaluación
1. La calidad de la relación docente-estudiante. Ya lo hemos
comentado en clase. Si el docente tiene el ego inflado, nadie jamás va a
merecer ni su respeto ni su admiración (aprecio, aunque sea). En cambio un
docente amable, empático, no prejuiciado, podrá aportar mucho más al
aprendizaje. (Acabo de leer Tuesdays with Morrie”, que retrata un maestro al
que todos sus alumnos amaron).
2. La competencia del docente para orientar la evaluación.
Un docente tradicional evaluará de manera tradicional. El docente con enfoque
por competencias debe capacitarse y desarrollar la competencia de la
evaluación. En la medida que adquiera esta habilidad y la perfeccione, los
alumnos serán evaluados de manera coherente con los objetivos planteados.
Además se requiere de creatividad y mucha apertura al cambio.
3. La consideración de los logros y aspectos a mejorar en
cada alumno. Coincido en que a ciertos alumnos se les puede y debe exigir más,
pues ya han desarrollado más algunas competencia, sin embargo en los grupos
numerosos es imposible llevarlo a cabo. Creo que se deberían establecer estándares
similares, y motivar en lo individual, el logro de metas más elevadas a
aquellos que deseen enfrentar retos. Incluso los alumnos “mediocres” podrían
crecer más al aceptar retos pensados para estudiantes más avanzados.
4. El análisis de la motivación y las estrategias que cada
estudiante tiene para aprender. A menos que haya en el ciberespacio un
mecanismo sencillo para detectar esto, me parece imposible lograrlo. Ni los
mismos alumnos han desarrollado ese grado de metacognición. Los docentes
necesitaríamos un curso para poder orientar a los alumnos a que descubran esto
por sí mismos, para que luego nos lo compartan, y eso sólo si desean hacerlo.
5. La forma como la evaluación contribuye al
autorreconocimiento y a la construcción de la autoeficiencia y autoestima. Si
la evaluación es objetiva e incluye retroalimentación personalizada, sí. La
actual evaluación no logra esto.
6. La aportación de la evaluación a la realización personal.
Nuevamente, creo que esto sólo se logra con la propuesta del artículo, que a mi
parecer está lejos de ser una realidad. Si consideramos que la realización
personal es subjetiva y, valga la redundancia, personal, ¿cómo una misma
evaluación puede diagnosticar este avance de manera generalizada (más de 20
alumnos). Como siempre, lo que los alumnos quieren es sacar diez, no aprender.
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