Planteamientos útiles de Laura Frade
En
el artículo “Evaluación inicial: quiénes son nuestros estudiantes y que saben
hacer”, Laura Frade expone que el recurrido examen diagnóstico en el enfoque de
competencias debe recopilar información no sólo de los conocimientos previos de
los estudiantes, sino también brindarle al docente información sobre quiénes
son los alumnos y cómo “usan” sus conocimientos.
Así,
con un ensayo o un relato anecdótico puedo valorar la capacidad de los estudiantes
para expresar sus ideas, y al mismo tiempo permite ver cómo piensan, qué
sienten, qué quieren.
Esto
me resulta muy interesante pues, de acuerdo con ella, este examen diagnóstico
me permitiría entablar una relación más integral con mis alumnos, ayudarlos a
desarrollar las habilidades de las cuales se demostró que carecían y también a
usar temas que son de su interés. Además de eso, me enteré de que existe la competencia
empática del docente y los conocimientos obtenidos con el examen diagnóstico de
competencias facilita su desarrollo y potencia los resultados positivos de una
experiencia de enseñanza-aprendizaje entre un docente líder y alumnos que lo
reconocen como tal.
En
el artículo “La base del ser competente y la definición de las competencias”
Laura Frade describe dos perspectivas para definir las competencias, la
constructivista, que estudia cómo se produce el saber, además de señalar qué se
debe saber; y la adaptativa, cognitiva y conductual, que se centra en el
desempeño de una persona ante una demanda del entorno, esto es, cómo despliega
todos sus conocimientos, habilidades y actitudes al resolver un problema. Luego
analiza cómo se deberán diseñar los programas teniendo en mente el futuro y las
necesidades que producirá, así como una breve indicación de cómo se evaluarán
dichas conductas desde la perspectiva de idoneidad y adecuación. Al respecto
señala que la sociedad es la que determina esto.
Me
parece un poco aterrador tener que diseñar el programa educativo del futuro,
puesto que esto es absolutamente incierto. La velocidad a la a que se dan los
cambios es inalcanzable, en este sentido, creo que pronto la educación se
modificará y lo que debemos diseñar es un programa de cómo usar la información
que ya se tiene disponible, así como estrategias de análisis y toma de
decisiones que funcionen sin importar los recursos que se tengan. Pero más me
asustó y me hace reflexionar la aseveración de la Dra. Frade en el sentido de
que la sociedad determina lo que está bien y lo que está mal… porque siempre lo
ha hecho y reglamentado. Esta propuesta me preocupa, ya que, sin ser experta,
puedo afirmar que los valores se están perdiendo y la sociedad ya no los
vigila, ni exige ni interfiere con los que no los comparten. Entonces, la
sociedad no puede ser un criterio para evaluar la idoneidad de un desempeño.
Sabemos que hay grupos enteros de la sociedad que favorecen el aborto, el uso
de influencias, ¡el dinero como pasaporte a los abusos!, etc. y no por eso está
bien. Ciertamente no se me ocurre una mejor propuesta, salvo recurrir al
derecho natural o a lo que numerosas religiones promueven, pero aún con eso ya
existiendo, creo que el bien y el mal sólo llegan hasta donde está
reglamentado, y a partir de ahí… espero que las madres hayan realizado una
verdadera labor de educación moral en sus hijos.
Finalmente,
en el artículo de “Qué no son las competencias” Laura Frade, contradiciendo el
título del artículo, empieza diciendo qué es una competencia, incluso da cinco
definiciones o características de las competencias, y sólo a la mitad del
artículo diferencia los verbos a utilizar y cómo utilizarlos a la hora de
diseñar las competencias. Así, los verbos que señalan la adquisición de conocimientos
o el logro de una sesión de enseñanza-aprendizaje no constituyen la adquisición
de una competencia. Es necesario que los verbos de desempeño de una competencia
indiquen cómo están usando los conocimientos adquiridos en la resolución de una
demanda del entorno.
Lo anterior
me resulta muy enriquecedor por varios motivos. El primero es la sencillez con
la que lo expone: una competencia debe incluir la resolución de una necesidad,
y no sólo señalar la adquisición memorística de conocimientos. Es como una
receta de cocina que se debe seguir y siempre terminará uno teniendo éxito. Y
segundo, es que revisando algunos de mis trabajos anteriores descubro que tal
diferenciación no existía en mi mente.
En
horabuena, a buen entendedor pocas palabras.